A
finales de la década de los 70 Ingmar Bergman dirigió una película
sobre los inicios del nacionalsocialismo que es recordada sobre todo
por su título:
El huevo de la serpiente. Casi al final de esa
película un siniestro personaje, el Dr. Vergerus, le explicaba al
protagonista que su clínica era en realidad un laboratorio donde
experimentaba con seres humanos y que eso no era más que el anticipo de
una revolución en ciernes que traería un mundo nuevo. Antes de
suicidarse para evitar ser capturado por la policía, el médico daba
permiso al incrédulo protagonista para contar ese secreto a quien
quisiera ya que nadie iba a creerle "
a pesar de que cualquiera que
haga un mínimo esfuerzo puede ver lo que nos depara el futuro. Es como
un huevo de serpiente, a través de la fina membrana puedes distinguir el
reptil perfectamente formado". Es cierto, a veces el futuro -o al
menos el futurible- se aparece con total claridad a quien quiera verlo y
en España, en estos últimos tiempos, creo que hasta podríamos decir con
precisión la especie de la serpiente que estamos incubando.
Hace
una década que José Luis Rodríguez Zapatero llegó a la presidencia del
gobierno e inició, con sus negociaciones con ETA y los estatutos de
autonomía de segunda generación, una crisis institucional que desde
entonces no ha hecho sino agravarse. La crisis económica de estos años
desde luego no ha ayudado, pero mucho más nefasta ha sido la
acción/reacción/inacción de los sucesivos gobiernos y de los principales
partidos políticos de este país. Esos partidos, hundidos hasta las
rodillas en el fango de la corrupción, no han dejado de meter las manos
en todo lo que han podido -el poder judicial, los órganos reguladores,
las cajas de ahorro, etc.- con una voracidad ilimitada e insaciable.
Desde hace años casi nada de lo que pasa en este país escapa a su
control y por ello en casi todos los ámbitos de la vida pública triunfa
el más servil, el más trepa o el que menos molesta, mientras que la
inteligencia, el trabajo y la honradez no son valorados ni en la
política, ni en el periodismo, ni en la universidad, ni en casi ningún
sitio. No hay institución que no aparezca ante los ciudadanos como
putrefacta y el propio país amenaza con descomponerse y desmembrarse
ante nuestros propios ojos.
No cabe dudad de que la España de la
transición estaba muy lejos de ser un país modélico pero en la última
década, en lugar de ir social y políticamente hacia delante, hemos
comenzado a caminar hacia atrás a velocidad creciente y cada vez estamos
más lejos de lo que un día soñamos ser. En este contexto resulta
extraordinariamente preocupante que la aparición de un nuevo actor
político, que desde un primer momento acertó con este diagnóstico y que
lleva siete años proponiendo profundas reformas para salvar este país y
sus instituciones, lo que haya recibido de los demás partidos políticos y
de los medios de comunicación hayan sido calumnias, insultos y
silencio. Me refiero a Unión Progreso y Democracia por si había alguna
duda. No ha habido ocasión en la que absolutas nimiedades o completas
falsedades que supuestamente pudieran perjudicar a nuestro partido no
hayan ocupado hasta portadas de periódicos nacionales, mientras se ha
silenciado sistemáticamente un trabajo ejemplar -lo repito sin rubor,
ejemplar- en el Congreso de los diputados, en la Asamblea de Madrid, en
el Parlamento Vasco, en el Parlamento Europeo y en otras muchas
instituciones, por no hablar de nuestra lucha ante los tribunales contra
la corrupción, o los estudios y publicaciones que hemos realizado y que
son primero ignorados, luego atacados y finamente plagiados. Del mismo
modo nuestra permanente presencia en la calle y el continuo diálogo con
los ciudadanos en todo tipo de actos, cosa que nunca hemos dejado de
hacer desde que nacimos tanto en campaña como fuera de ella, es algo que
no parece llamar la atención de ningún medio, pero que es recibido con
aclamaciones si lo hacen otros. En las instituciones en las que contamos
con representación no hay iniciativa nuestra tendente a luchar contra
la corrupción, a acabar con la politización de la justicia o a mejorar
la transparencia -en definitiva a regenerar la democracia-, que no
despierte la oposición unánime de los demás grupos, oposición que además
suele ir acompañada de acusaciones de populismo, oportunismo y
demagogia.
Se diría que partidos políticos y medios de
comunicación han hecho todo lo posible para que no se visibilizara una
opción política que intentaba, desde la lealtad y el respeto
institucional, acometer sin miedo las reformas que este país necesita.
Tanto partidos políticos como medios de comunicación, insisto en ello,
han estado de acuerdo en mantenernos ocultos durante estos años, tan de
acuerdo como han estado en dar últimamente la máxima publicidad y
credibilidad a otras opciones menos serias -no hace falta sino mirar la
errática trayectoria de algunas de esas formaciones o esos incómodos
índices de transparencia- o a grupos directamente contrarios al orden
democrático constitucional.
En este sentido merece especial
mención el caso de Podemos, un partido político (creo que es un partido
propiamente dicho, pero no estoy seguro porque sus estatutos son uno de
los secretos mejor guardados junto con la fórmula de la Coca Cola) que
ha nacido aupado por el poder mediático, tanto de derechas como de
izquierdas. Es curioso cómo de entre todos los tertulianos metidos a
candidatos (hay donde elegir), de entre todos los partidos nuevos que
han aparecido (no son pocos ni mucho menos despreciables), los medios
han decidido echar el resto para convertir en las nuevas estrellas a los
únicos que realmente han dado muestras de ser verdaderamente
antidemocráticos. Seguro que esta última afirmación les parecerá
exagerada a muchos de los que, de buena fe, han apoyado con su voto la
imagen edulcorada que los medios han ofrecido de determinados
personajes, pero déjenme que les enseñe un par de cosas.
En
octubre de 2010 Rosa Díez fue invitada por la Universidad Complutense a
dar una conferencia en la Facultad de Ciencias Políticas. No era la
primera vez que iba, ni la primera en que algunos intentaban impedir
este simple ejercicio de libertad de expresión al que al parecer otros
tienen incuestionable derecho. Esta vez el grupo de estudiantes al que,
porque ellos lo valen, se le cedió el micrófono para insultar a la
diputada ante la pasividad del decano, estaba liderado por un profesor y
un investigador que años después iban a convertirse en esos adorables
personajes televisivos que todos conocemos. Véanlos en estas
imágenes inéditas y luego sorpréndanse al leer este artículo,
"Tarjetas rojas y rendición de cuentas de los políticos",
que días después ambos dos individuos firmaron y en el que hablaban de
lo sucedido en Ciencias Políticas como si ellos no hubieran estado
siquiera allí. Encontrarán cosas como ésta:
"Dos semanas
antes, el jueves 21 de noviembre, (en realidad fue el 21 de octubre)
estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas de Complutense habían
recibido a Rosa Díez de la misma forma, leyendo además un comunicado
donde denunciaban que la diputada de UPyD pretendía usar el rechazo que
su presencia despertaba entre los estudiantes de izquierdas como
trampolín mediático."
Vaya, a uno de los autores,
actualmente jefe de campaña de Podemos y que al parecer no era
estudiante entonces, se le olvidó decir que fue él mismo el que leyó ese
comunicado y que su colega era el que dirigía el grupo. Pero es
comprensible, eso estropearía ese bonito cierre de su artículo:
"No
es casual que hayan sido los estudiantes de una facultad de políticas
los creadores, a través de las redes sociales, de la tarjeta roja como
instrumento de sanción simbólica para una clase política poco
acostumbrada a rendir cuentas. Seguramente saben mejor que nadie que la
política democrática ha sido siempre el arte del conflicto."
Supongo
que eso de organizar acciones de boicot y sabotaje, luego atribuírselas
a otros y finalmente hacer exégesis de ellas hablando de uno mismo en
tercera persona es cosa que se aprende en los libros de primero de
agitprop,
pero no todos los jefes de campaña hemos leído los mismos manuales de
marketing político, yo de hecho no he leído ninguno, y tal vez por eso
me sorprenden y me parecen inaceptables estas cosas.
Pero para que vean algo que da muestra cabal del auténtico rostro de estos simpáticos muchachos echen un vistazo a
esto.
Se trata del asalto que un numeroso grupo de estudiantes, capitaneado
por el citado actual jefe de campaña de Podemos, realizó dos años
después, en 2012, a la clase del profesor José Antonio Moral Santín. Es
un video estremecedor, una muestra de matonismo político digno de las
más repugnantes turbas fascistas, chavistas o abertzales, tanto da, en
el que no solo se humilla a un profesor ante sus alumnos de manera
cruel, sino que además se graba en video y posteriormente se exhibe en
la red, tal como exhiben los acosadores escolares sus fechorías para
infligir aún más daño a sus víctimas. Moral Santín, que fue
vicepresidente de Caja Madrid gracias a IU, no es precisamente un
político a imitar, pero si hizo algo ilegal lo que hay que hacer es
llevarle a los tribunales donde pueda ser juzgado con garantías y
defenderse, y eso es exactamente lo que UPyD hizo con la querella
Bankia, denunciarle a él y al resto de los directivos. Sin embargo para
estos camisas negras donde esté un juicio popular sumarísimo (hoy
llamado escrache) que se quite la justicia con garantías. Ya lo dicen al
inicio del vídeo:
"Es legítimo y necesario que la ciudadanía señale
y persiga a ciudadanos como este, que desconfíe de una justicia hecha a
medida del poder"
En fin, que estos son los personajes que,
antes y después de las elecciones europeas, han causado fascinación en
muchos medios y comentaristas que ya les ven como a los héroes
clásicos, quizás porque ellos mismos ya se ocupan de decir que eso es lo
que que son y se sitúan nada menos que en la estela de
Antígona
(lo hacen hablando de sí mismos en tercera persona, por supuesto). Es
comprensible, hagan la prueba y compárenlos con otros candidatos de
estas pasadas elecciones europeas. ¿Cómo no va caer rendida la prensa
ante la épica de esa juventud alegre y combativa que se arriesga a
asaltar la clase de un peligroso profesor sexagenario, o ante el
heroísmo de ese joven que, prácticamente en solitario y superando su
miedo, lee con mano temblorosa un papel con hermosas palabras de
libertad ante una fiera mujer? Comparado con esto ¿qué épica podían
aportar otros candidatos? ¿Haberse jugado la vida frente a una banda
terrorista con 800 crímenes sus espaldas? ¿Haber visto asesinados a sus
seres queridos a manos de esos criminales? ¿Haber estado secuestrado
por estas fieras 532 días? Bah, niñerías.
Como decíamos al
principio a veces se ve perfectamente a la serpiente dentro de su huevo.
Pero no se equivoquen, Podemos no es la serpiente, es solo la cola de
la serpiente, pero ésta es una serpiente de cascabel y en este caso el
cascabel no sirve para advertir del peligro, sino para distraer. Lo que
estamos presenciando es una maniobra para agitar el viejo espantajo del
"o nosotros o el caos", aunque en este caso lo del caos es cierto y se
les puede ir de las manos. La cosa es así de sencilla: el poder
establecido ve peligrar su estatus por un grupo que, haciendo bandera de
la transparencia, la honestidad política y el respeto a la ley, avanza
despacio pero de manera constante hacia sus objetivos políticos (habrán
adivinado que me refiero a UPyD). Ese poder, para frenar su propia
caída, para hacer que la gente crea que no es posible nada mejor de lo
que ya conoce, silencia todo lo posible a ese grupo y da altavoces a
otro, políticamente insolvente, tramposo, y profundamente
antidemocrático, pero capaz de llegar emocionalmente a mucha gente. Se
deja crecer el suflé y luego solo queda esperar a que caiga por su peso
arrastrando la posibilidad de cualquier cambio real. Todo queda como
antes.
Lo peor de todo esto es que estas cosas se sabe cómo
empiezan, pero no cómo acaban, y experimentos para alimentar
tácticamente grupos extremos -propios o del oponente- han acabado muy
mal en este país y en otros muy próximos. Esta semana, con un sentido de
la oportunidad realmente mejorable, el Rey ha abdicado y las nuevas
estrellas del rock no han tardado ni cinco minutos en apuntarse la
victoria y en decir que quieren dar un salto atrás no ya de treinta
años, sino de ochenta. No creo que tarde en anunciarse un nuevo asalto
al Congreso y es cuestión de suerte que los altercados que aquí y allí
se producen cada día y cada noche no acaben poniendo muertos encima de
la mesa. El PSOE se desangra mientras los socialistas no saben si
quieren cambiar todo para que todo siga igual o prefieren tirarse al
monte, ignorando que ambas opciones son letales para ellos. IU no tengo
duda de que lo mismo pone un nuevo vicepresidente en Bankia que se echa a
las barricadas, así que lo que toque. El PP intentará salvar su propio
cuello y no renunciará ni a una prebenda para salvar un país que, a
pesar de toda su retórica, no le importa lo más mínimo.
Paco Pimentel
04/06/14