A la cárcel sólo van los pobres, y los ricos si son del PP. Lo demás es represión franquista
Suenan las cacerolas. Antiadherentes, de acero inoxidable y
asas bañadas en oro. Es la música de la revolución de cinco estrellas, la
asonada de mármoles y parquets flotantes, de esteladas que tapizan balaustradas
nobles y áticos de a millón. A la cárcel sólo van los pobres, y los ricos si
son del PP. Lo demás es represión franquista. Y tras las cacerolas nos hacen
los pucheros para la tele y quiebran la voz para la radio: "Lucharemos
hasta el final", sollozó Marta Rovira sin despeinarse bajo la ¿atenta?
mirada de Rufián, que en ese preciso minuto sí defendía al Judas de Gerona y al
resto del gobierno revolucionario en la sombra.
Pero resulta que los aristócratas golpistas merecen la
cárcel porque han violado la ley aun habiendo disfrutado del privilegio de la
negociación ad nauseam, del beneficio de la eterna duda monclovita y de los
trapicheos de Santamaría. Merecen la cárcel porque anunciaron que
desobedecerían y lo hicieron, porque tenían un plan detallado para ello.
Merecen la cárcel por delito con las agravantes de premeditación y alevosía.
Y la merecen además en grado preventivo, porque su
presidente, Carles el Belga, ha dejado claro que el riesgo de fuga es de libro.
Puigdemont lloró la injusticia leyendo desde la recepción de un motel un
mensaje para la Al Jazeera pirenaica, salvada del 155 en pro de unas elecciones
com Déu mana.
Merecen la cárcel preventiva en la que están y, sin tardar
mucho, la que les condene. Y la merecían mucho antes y muchos más. Por marcar,
perseguir y castigar a empresarios que rotulaban sus negocios y productos en
castellano. Por adoctrinar desde los colegios durante décadas en el odio a
España y en la supremacía del catalán puro frente al invasor. Por amedrentar a
periodistas e impedir la libertad de expresión vetando la existencia de medios
de comunicación críticos. Por robar dinero público a manos llenas. Por presumir
de incumplir la ley. Por su xenofobia, por su corrupción. El delito no se
cometió la semana pasada.
Hasta aquí la vergüenza ajena por las lágrimas de cava y el
irrefrenable regocijo por el hecho de que unos delincuentes pasen noche en el
talego y que esa sea su condena después del juicio.
Pero diciembre será otra cosa y por eso sigo criticando que
el artículo 155 se aplique para convocar unas elecciones tan cercanas que no
casan con la vocación de reinstaurar el orden constitucional. Si fuera que hoy
estamos en la división de Poderes, el Judicial está haciendo su trabajo
independientemente de que perjudique o beneficie a esa particular aplicación
del artículo 155. Son el Gobierno y sus socios coyunturales los que han
facilitado una relación de causa y efecto al poner las miras a sólo 50 días de
distancia.
Haya o no una candidatura común separatista, el frente
antiespañol querrá hacerse notar y contar. Podemos, que está en pérdida crítica
de apoyo popular, ya tiene "presos políticos" para reconducir su
fracasado mensaje. Le negaron tal condición a Leopoldo López porque tramar
contra el régimen de Maduro era propio, según ellos, de delincuentes, pero eso,
ya se sabe, no es obstáculo para su razonamiento. Ahora los pijos de extrema
izquierda por fin pueden converger con la causa separatista sin entrar siquiera
en el separatismo. Volverán las tiendas de campaña, las asambleas de iPhone X y
la veneración a filósofos de la talla del Follonero, antaño discutible payaso
profesional hasta que halló el camino de la seria incompetencia intelectual,
mucho más rentable. Si TV3 falla por luto, el adoctrinamiento adolescente se
subcontrata con Motos. El corto plazo, y más si es electoral, lo manejan a las
mil maravillas. Y, desde luego, si el escenario final puede perjudicar de
alguna manera a Mariano Rajoy, el PSOE se habrá apuntado a la fiesta antes de
que en La Moncloa lo consideren una posibilidad.
El Gobierno ha querido pues, enfrentarse al inevitable
debate sobre los posibles efectos adversos entre el 155 y unas elecciones
cuando lo importante era que la Constitución contempla la asunción de
competencias de forma exclusiva por el Estado hasta que se restaure el orden
legal en la comunidad autónoma que ha incurrido en violación. Sin ese orden y
con el control de los aparatos separatistas intacto –recuerden TV3– hay muchas
posibilidades de fracasar.
"No sé yo si alguien con tantos amigos en la
cárcel es muy de fiar", le dijo Iglesias a Rajoy en el reciente debate de
moción de censura. Se refería, claro, a los presos del PP, que son los únicos
que, según él, merecen patio vallado. Hoy esa frase cobra un nuevo significado.
Javier Somalo
04/11/2017
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