Me cuenta el Presidente de Cantabria, el mediático Miguel
Ángel Revilla, que en cierta ocasión recibió una llamada del Palacio de la
Zarzuela indicándole que en breve Urdangarín se pondría en contacto con él para
hacerle una propuesta. Según él, su suerte fue que ese contacto nunca se
produjo, Urdangarín tuvo bastante con contactar con Camps y Barberá en
Valencia, con Gallardón en Madrid y con Matas en Baleares. Y fue una suerte
porque si este señor, en sus momentos de gran hombre de negocios hubiera
aparecido con una propuesta para promocionar Cantabria, siendo como era el
yerno del Rey y cuñado del Príncipe y quizás (esto está por ver) viniendo
avalado por la Casa Real, ¿Quién en su sano juicio se hubiera resistido a su
oferta de negocio?
Iñaki Urdangarin, entonces duque de Palma y Diego Torres, su
socio en el Instituto Nóos, se servían del real parentesco para contactar con
organismo públicos y privados. Los políticos (en este país es endémico este
mal) no hacían preguntas cuando recibían la llamada del marido de la Infanta
ofreciendo sus servicios como consultores en temas de patrocinio, principalmente
deportivo. Y así fue que Nóos facturó en el tiempo récord de tres años (de 2004
a 2006) la cifra de 17 millones de euros, de los que más de seis procedieron de
las administraciones públicas, contando entre sus clientes con Volkswagen,
Telefónica, BBVA o Repsol, además del Gobierno autonómico balear, el valenciano
o del Ayuntamiento de Madrid.
Pero no sólo quedaba en eso, faltaba la ingeniería, y para
ello Urdangarin y Torres idearon además una trama de empresas, de las que
Aizoon, participada por la ex Infanta al 50%, era una de las principales, que a
su vez facturaba servicios falsos a Nóos para vaciar el instituto sin ánimo de
lucro y destinar sus ganancias a sociedades familiares instrumentales que sí lo
tenían. El cruce de facturas falsas entre las empresas del entramado para
disminuir la base imponible del Impuesto de Sociedades y la evasión de fondos a
los paraísos fiscales de Belice, Luxemburgo y Suiza, a través de las tapaderas
De Goes Center for Stakeholder Management y Blossom Hill Assets, fue el último
paso.
A día de hoy todos lo vemos claro: los indicios de fraude
fiscal, evasión de impuestos, prevaricación, falsedad documental y malversación
de caudales públicos y de aprovechamiento de sus contactos familiares son
claros. La opinión pública ya ha juzgado y condenado a Urdangarín y
difícilmente podrá volver a ser un hombre de negocios (que realmente no lo fue
nunca, pero lo pareció) y, tras su juicio, con condena o sin ella, será
apartado para siempre de cualquier contacto con la Casa Real. Y en cuanto a los
políticos juzgados lo son porque hicieron abandono consciente de su
responsabilidad de fiscalizar la utilización de esos fondos por parte de un
familiar del Monarca.
Hasta qué punto estuvo al tanto la Casa Real de todo esto es
desconocido, pero es muy significativo que tratase de acallar lo que se
avecinaba con la colocación exprés del “yernísimo” en Telefónica como alto
ejecutivo en Washington (así, sin oposición ni nada) en 2009, facilitando que
se trasladase allí junto a su esposa.
Con todo esto no puedo dejar de recordar la famosa película
de Coppola “El padrino”, cuando la hija Connie se casa con Carlo Rizzi y el
abogado de la familia le pregunta Vito Corleone si deben darle un puesto al
yerno en la organización y éste le contesta que “no, que viva bien, pero que no
entre en los negocios de la familia”. El resultado en la película es que esto
sale caro porque el yerno sale emprendedor. Evidentemente esta comparación no
es válida porque se trata de una familia mafiosa de ficción, mientras que en
este caso es una familia de negocios Real.
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