Esta vez traigo a colación un "CONSIDERANDO", muy interesante, de JORGE BUSTOS, muy de acorde con estos días de pasión.
VENCISTE GALILEO
«LA RELIGIÓN es el suspiro de las criaturas oprimidas, el corazón de un mundo sin corazón y el alma de las situaciones desalmadas». No lo escribió Santa Teresa sino Karl Marx, a renglón seguido de lo del opio del pueblo. Steiner afirma que sólo una sensibilidad judía como la de Marx podía articular el sistema comunista sobre una plantilla bíblica: el edén como estadio previo a la explotación capitalista, el proletariado como pueblo elegido, los intelectuales como nuevos clérigos y la sociedad sin clases como paraíso prometido. Por eso no me sorprende que Begoña Gutiérrez, diputada electa de Podemos, asistiera a la salida de la hermandad de los Estudiantes de Sevilla. Solo hay que leer al Guareschi de Don Camilo, el cura que siempre tiene al alcalde comunista en primera fila los domingos. Por no aludir al morado penitencial que viste el logo ni a la efigie nazarena de su líder, que para colmo se apellida Iglesias.
Que el comunismo es un cristianismo despojado de trascendencia está dicho hace tiempo, pero quizá haya que repetirlo. Precisamente Álvaro Pombo, generoso lector de esta columna, reedita ahora en Ariel su biografía del Santo de Asís, a la que ha añadido un prólogo político que me recomienda. Allí tiende Pombo el puente del franciscanismo entre política y fe, entre Podemos y el Papa. Ante los aplaudidos gestos de Francisco, como ante el olor a fratría y catacumba de los círculos podemitas, «inclinamos sombríamente las cabezas, pensando: revolucionará la retórica política y religiosa, triunfará al principio estrepitosamente, nos deslumbrará, pero fracasará», augura Pombo. Como, a ojos de la política romana, fracasa hoy Cristo en la cruz.
Sin embargo, el Galileo había avisado que su reino no era de este mundo y que al César hay que darle lo que es del César. La contracultura hippie, que era más dada a fumar que a leer, quiso en Jesús al primer revolucionario, un precursor en sandalias del Che; y todavía hay disidentes de la lectura que compran el parangón. Pero cuenta San Marcos que Jesús en Betania aceptó ser ungido por un perfume de nardo puro cuyo precio equivalía al salario de un año, y que fue al ver el despilfarro cuando Judas, indignado, tomó su decisión. Por no hablar de la parábola de los talentos que, sobre su interpretación espiritual, a mí siempre me ha parecido un refrendo naturalísimo de algo tan antiguo como el capitalismo financiero: el siervo bueno es el que pone a rentar su dinero para obtener intereses.
Ni Cristo fue el primer comunista ni su mensaje es un manual para el asalto al cielo… del presupuesto general del Estado. Lo que hoy conmemoran los cristianos es que su inocente fundador fue crucificado para redimir los pecados de toda la humanidad: los de Rajoy como los de Monedero. Lo que vuelve revolucionario el mensaje cristiano es la proclamación del amor universal sin condiciones: la entrega hasta la muerte, el perdón sin medida, la igualación del otro a uno mismo, la coherencia radical entre el decir y el hacer. Nadie había elaborado antes programa tan extraordinario; nadie lo ha vuelto a cumplir después, apostillaba con triste cinismo el buen Wilde, para quien solo había habido dos cristianos en toda la historia: Jesús y Francisco de Asís. De quien toma nombre el vicario de Cristo para llamar estos días a la única revolución útil, que es la que tiene lugar en la conciencia.
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