Cruda realidad
Artículo de Salvador Sostres
El Mundo (18/12/12)
Los médicos de
Madrid tienen que entender cuanto antes que no se trata de ellos ni
de un capricho del PP, sino de que el sistema socialdemócrata ha
tocado a su fin porque nació ya defectuoso y era sólo cuestión de
tiempo que se colapsara. No es que haya llegado la derecha. Es que se
ha acabado el dinero. Ese dinero de los demás que siempre se acaba
aunque al principio el botín pareciera inagotable.
Que el servicio sea
universal no significa que los hospitales tengan que ser públicos ni
los médicos, funcionarios. Los hospitales tienen que ser privados y
competir entre ellos. Los médicos tienen que ser profesionales lo
más competentes y competitivos posibles y acostumbrarse a cobrar
según su rendimiento y calidad.
Cualquier padre
responsable, por rico que sea, por haciendas que posea, intenta
educar a sus hijos en el esfuerzo y en el sacrificio, enseñándoles
a respetar el valor de cada cosa, y dotándoles de la arquitectura
moral y científica necesaria para que, con el tiempo, puedan
defenderse en cualquier escenario y sepan por su cuenta ganarse la
vida. Ningún padre en su sano juicio educa a sus hijos en el tú no
te preocupes de nada que yo voy a pagártelo todo eternamente, porque
sabe que puede llegar un día en que tal promesa no sea cierta.
Lo que ni un padre
millonario le promete a su hijo, un Estado en bancarrota no puede
prometerlo ni a sus maestros, ni a sus médicos, ni a sus enfermos,
ni a sus alumnos, ni a nadie. No podemos continuar hablando de lo
público como si no nos hubiéramos dado cuenta de que las arcas
están vacías.
Los médicos de
Madrid pueden quejarse tanto como quieran, pero la verdad no va a
moverse: el dinero se ha acabado, ya no es posible mantenerles como
funcionarios, y tendrán que empezar a competir como personas adultas
y libres que se ganan la vida según la calidad de su trabajo.
El Estado pagará el
médico de quien realmente -realmente- no pueda pagarlo mediante un
sistema de concertación mucho más razonable que el gratis total e
indiscriminado. Todo ha de ser proporcional, estricto y ordenado: y
uno que cobra 1.200 euros al mes puede pagarse una mutua de 90 euros
mensuales y, por lo tanto, tendrá que pagársela.
Hay que volver al
rigor. Paciente a paciente y caso por caso. Tratando con un respeto
escrupuloso el dinero de los demás y exigiendo a cada cual su parte
de responsabilidad, que es el único modo que tenemos de poder ayudar
a los verdaderamente necesitados sin dejar tirado a nadie. Los
derechos humanos son, en teoría, universales; pero luego, en la
práctica, cada país tiene los derechos que puede pagarse. En España
tenemos lo que tenemos y decirles cualquier otra cosa a los españoles
es engañarles. Hay que dejar de quejarse y sentar las bases de un
nuevo contrato entre el Estado y el ciudadano, que devuelva al
individuo el protagonismo y el control de su vida.
Y si tan altruistas
son los médicos madrileños, y tan preocupados están por la calidad
de la Sanidad, que empiecen por asumir que la era de sus privilegios
ha terminado, que se acostumbren a vivir de su talento y no del
Estado, y si todavía les quedan fuerzas para más paternalismo y más
carraca, que hagan horas extra en su consulta privada para atender
gratis a los pacientes más necesitados, y que sean por fin
auténticamente solidarios pagándolo de sus bolsillos, y no del
nuestro, como hasta ahora ha pasado.