LA MOLINETA, paraje singular de la mi Almería.
Donde de niño, tantas patadas le he dado al balón, donde jugábamos al fútbol, en una gigantesca balsa vacía y polvorienta, no era la de los Cien escalones (a la que más adelante me referiré) era otra más pequeña, una de las ocho grandes balsas que aún quedan (o casi), que ahora no soy capaz de localizar. Donde tantas veces íbamos de excursión o a buscar "fósiles".
Este paraje, por no estar catalogado, podría perderse para siempre por la especulación inmobiliaria o de cualquier otro tipo.
La Plataforma "Salvemos la Molineta" trata en la medida que puede, evitar el desastre.
Mi apoyo incondicional a este movimiento.
La balsa de los Cien Escalones.
La balsa de los Cien Escalones, emplazada en el paraje de la Molineta y el camino de Cuesta Colorá, es la balsa de mayor profundidad del cauce, y probablemente de toda la provincia de Almería. Solamente tiene 50 escalones formados por piezas independientes. Uno de ellos está resquebrajado.
Brujuleando por internet he encontrado unos textos de la Tumbaita en la Coctelera, que no tienen desperdicio y que a continuación transcribo.
LOS NIÑOS DE LA MOLINETA
Volver a la Molineta. Cruzar la frontera de la Rambla de Belén, que separaba la ciudad del paraíso. Atrás quedaban las últimas casas que se alienaban frente al Cortijo Fischer, delante, los cerros que representaban la libertad, el refugio donde poner a salvo los sueños recién estrenados.
Hay una generación de niños que pasaron la infancia subiendo aquellos montes ( Mi madre e incluso yo ), bañándose en las balsas, escondiéndose en las cuevas, buscando nidos, comiendo almendras y vinagretas. Hoy han pasado la barrera de los cincuenta, pero de vez en cuando regresan al lugar donde alimentaron su insatisfecha imaginación infantil.
Para ellos, volver a la Molineta es recuperar el territorio perdido, el tiempo que se fue, los momentos en los que fueron felices, cuando Vivian al día desgastando con avaricia cada instante, sin ningún lastre del pasado, ajenos al porvenir.
La Molineta ha ido deteriorándose con los años, pero aun conserva la magia de lugar remoto, tan cerca y a la vez tan alejada de la ciudad, como si por allí solo hubiera quedado la huella de una forma de civilización antigua que no conoció más progreso que su entramado de acequias para traer el agua y su red de balsas para almacenarla.
La reina de todas, la balsa matriz que abastecía a los cortijos de la zona, sigue en pie. Es la de los 100 escalones, una obra monumental que desde fuera parece la base de una pirámide. Una de las paredes la levantaron aprovechando la cara de un cerro y las otras a fuerza de grandes bloques de piedra que trajeron de las canteras próximas.
Esa balsa, hoy seca y abandonada, fue para muchos niños la piscina donde se dejaban el sudor en verano, siempre con el permiso del guarda que estaba al acecho.
"Algunas tardes, cuando nos íbamos a la playa sin que lo supieran nuestras madres, antes de volver a casa nos bañábamos en la balsa para quitarnos la sal que llevábamos pegada al cuerpo. Las madres eran muy listas y nos pasaban la lengua por los brazos para saber si nos habíamos ido al mar ", cuenta un almeriense.
Dice que está preocupado por el futuro incierto de este paraje natural que ha sobrevivido a pesar de la autovía, pero que ahora está amenazado por los proyectos de urbanización que aparecen en el horizonte. Podría ser el final de este espacio natural con vocación de ser pulmón y mirador.
Hay zonas en el interior de la Molineta de una belleza espectacular, impensable en un lugar tan próximo al casco urbano.
Parajes que forman parte de la historia de la ciudad. Todavía se pude ver la impresionante obra de ingeniería que construyeron para conducir el agua por los montes y traerla a la ciudad a través de acequias. Hoy están secas, sin rastro alguno del agua que en otro tiempo les dió la vida, pero siguen siendo el testimonio fiel de una forma de existencia que fue desmoronándose lentamente.
Como los cortijos derruidos que van apareciendo en la falda de los cerros o las vaquerías desde donde cada tarde bajaban la leche a la ciudad para venderla de puerta en puerta.
Hasta hace treinta años, la Molineta fue también un lugar de encuentro. Era habitual que las familias subieran los domingos de excursión. Venían del barrio de los Ángeles, de la Cruz de Caravaca. de la Plaza de toros, y se instalaban bajo la sombra de los arboles, se quedaban a comer y allí pasaban la jornada hasta que se hacía de noche.
El atractivo de la Molineta no pasó desapercibido para el cine. En 1974 el director americano John Milius rodó allí varias escenas de la película " El viento y el león ", protagonizada por Sean Connery. Varias secuencias las filmó en el cortijo de Góngora y otras en la vaguada interior.
Milius debió quedar prendado del lugar y ocho años después en 1981 regresó, ahora con Arnold Schwarzenegger, para rodar "Conan el bárbaro ". desde entonces, a la cueva que existe junto al antiguo polvorín, se le conoce como la cueva de Conan.
En el ancharon que hay delante, se instaló un campamento bárbaro con un ejercito de extras en el que se alistaron casi todos los parados entre veinte y cuarenta años que entonces había en la ciudad. Fueron los últimos momentos de esplendor de un paraje que pronto puede pasar a ser solo historia o polvo en la memoria de los que lo disfrutaron.
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